Ya no te veré más
durmiendo a gracia suelta:
no volviste jamás
de tu amorosa vuelta.
Con una gata blanca,
mira qué mala suerte:
la gata era la blanca
de la Señora Muerte.
La leche está servida,
Está listo el pescado;
tu silla preferida
en vano te ha esperado.
Tu paso era ligero,
tus modales corteses,
y fuiste tan sincero
que me ignoraste a veces.
Me hablabas tú muy suave,
yo nunca te entendía;
mas fue una falta grave
tu enorme melodía.
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